Una maraña de información encriptada bajo un montón de piel llena de mensajes sin codificar. Expresiones, palabras, sonidos, pensamientos ocultos… Qué complicados somos… Somos complicados sin quererlo y, no queriéndolo, nos complicamos aún más… Nos complicamos por no querer complicarnos y terminamos con un nudo más fuerte del que teníamos antes de quererlo deshacer.
Ojalá viniéramos con un prospecto e indicáramos nuestros propios efectos secundarios. Un esquema emocional que indicara nuestro estado de ánimo actual y facilitara pautas de interacción social a cada persona que se cruzara en nuestro camino… Sí, sé que estás pensando que para eso está la empatía, pero no recuerdo la última vez que pude verla en activo.
Medimos nuestras consecuencias sin ser conscientes del impacto que tienen en el mundo. Así somos. Garabatos sentimentales que malgastan páginas en blanco hablando de ese ombligo que nos tira hacia el suelo… Hagamos algo vulgar y superficial, dejemos a la mente ser tonta e inconsciente que el darse cuenta no está de moda.
¿Cuándo hemos dejado de formar parte de lo que ocurre a nuestro alrededor?, ¿cuándo dejó de importarnos ese algo básico que nos hace únicos?, ¿cuándo hemos blindado nuestros corazones con esa coraza de estupidez?
Hacemos que delfines mueran deshidratados por sacarnos fotos con ellos y permitimos que el libro de historia nos golpee en la cabeza y deje en evidencia la barbarie de la que hemos sido y estamos siendo partícipes.